21 años de mi vida los pasé viviendo sin dirección, nunca fui de los peores, pero tengo cientos de anécdotas que calificarían como delitos menores. Sin embargo, un día, todo en mi vida dio un giro dramático pues conocí a Dios y rápidamente luche por enderezar mis caminos lo mejor posible. Solía pensar que ahora que estaba tratando de hacer las cosas bien, me iba a ir mejor en la vida y gozaría de ciertos «privilegios y favores divinos», algo así como que si de repente Bill Gates me adoptara en su familia, le podría decir adiós a cualquier problema económico. Por sugerencia de mi líder espiritual, en 3 meses leí La Biblia completa, y en ella hubo ciertas enseñanzas que me dejaron muy marcado y me ayudaron a crecer y madurar lo suficiente para lo que Dios tenía preparado en los siguientes meses de mi vida: Una gran tragedia familiar…
Aprendí una verdad que me ayudó muchísimo en esa etapa de la vida: A un hijo de Dios le pueden suceder tragedias, puede sufrir un asalto, puede hacer un mal negocio, puede sufrir una enfermedad grave, un hijo puede tomar un camino equivocado, y así sucesivamente…esa es la realidad de La Biblia, aunque a muchos cristianos no les guste aceptarla. Pregúntense esto: Si al hijo de Dios todo le tiene que salir bien en la vida, ¿adónde cabría Pedro, quien fue crucificado boca abajo? ¿O qué hay del apóstol Juan quien vivió hasta el último de sus días exiliado? ¿O qué tal Pablo, quien acabó preso y con un aguijón en la carne que no dejaba de hacerle sufrir? Si sostenemos que al cristiano nunca le pueden salir las cosas mal, tendríamos que decir que por los sufrimientos que tenían, ellos no califican como hijos de Dios, ¡pero vamos! ¿Quién se atrevería a hacer semejante afirmación?
¿De qué sirve ser cristiano entonces? Les comparto algunos de los pasajes que me ayudaron a responder esa pregunta: «Todas las cosas son para el bien de los que aman a Dios»… (Romanos 8:28) / «El oro, aunque es perecedero, se purifica al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser purificada por las pruebas, demostrará que es digna de aprobación»… (1 Pedro 1:7)
¡Al hijo de Dios las pruebas y las aflicciones lo fortalecen emocional y espiritualmente!
Cuando un niño es dejado por sus padres el primer día del kinder, el padre sabe que le está haciendo un bien, aunque para el niño el mundo se ha derrumbado por completo y llora como quien no hubiera mañana y sus padres lo hubieran abandonado para siempre. Un padre que ama a sus hijos y quiere lo mejor para ellos tiene dos opciones:
1. Nunca lo lleva al kinder para evitarle ese sufrimiento momentáneo a su hijo.
2. Permite ese sufrimiento momentáneo porque sabe que al superarlo, su hijo habrá madurado y aprendido una lección importantísima: ¡Nunca fue abandonado!
¡A un hijo de Dios le pueden suceder situaciones adversas, tragedias familiares, problemas económicos, problemas en el trabajo, problemas de salud, y eso no quiere decir que han sido abandonados por Dios! Eso sí, queda en cada uno de nosotros aprender la lección que Dios nos quiere enseñar con cada prueba, pues la única manera de disfrutar de la vida, es cuando salgo adelante en mis sufrimientos pasajeros, así como la única forma de disfrutar el kinder es dejando de llorar sin causa justificada!
Carlos Márquez
@carlos_mrqz
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